Estudian causa de enfermedad en vacuna contra COVID-19
NEW BRUNSWICK, Nueva Jersey, EE.UU. (AP) — Directivos de la farmacéutica Johnson & Johnson dijeron que les tomará varios días conocer en detalle la enfermedad de causa desconocida que afectó a un participante en la última fase de una vacuna experimental contra el COVID-19 y que obligó a poner en ensayo en pausa.
La enfermedad “podría no estar relacionada con la vacuna”, dijo Mathai Mammen, jefe de investigación de desarrollo de Janssen, la subsidiaria de Johnson & Johnson que desarrolla medicamentos.
Mammen dijo que aún no saben si el participante enfermo recibió la vacuna experimental o un placebo. Añadió que Johnson & Johnson informó del caso a la junta independiente de monitoreo que vela por la seguridad de los participantes en el estudio, como requiere el protocolo de investigación. La junta recomendará los próximos pasos.
El estudio de la vacuna de dosis única llamada ENSEMBLE incluirá hasta 60.000 personas de diversos países. La empresa espera completar el enrolamiento en dos a tres meses.
Johnson & Johnson no ha revelado la naturaleza de la enfermedad, de la que se enteró el domingo y reveló el lunes por la noche. Estas pausas no son infrecuentes en los estudios clínicos prolongados, ya que algunos participantes suelen contraer enfermedades no relacionadas con éstos.
A diferencia de un estudio impuesto por reguladores del gobierno, la pausa es iniciada por el patrocinador de la prueba y con frecuencia se resuelve rápidamente.
En febrero, cuando el nuevo coronavirus comenzó a causar estragos en China y ocasionó el cierre de ciudades enteras, un científico de nombre Sai Li se propuso obtener un retrato de ese enemigo.
En ese entonces, las mejores fotografías que otros habían logrado tomar eran imágenes de baja resolución en las que el virus parecía una mancha y apenas se distinguía.
Li, quien es biólogo estructural en la Universidad Tsinghua de Pekín, decidió unir fuerzas con un equipo de virólogos que trabajaban en el cultivo del virus en un laboratorio de bioseguridad de la ciudad de Hangzhou. Esos investigadores sumergieron las muestras de virus en sustancias químicas para hacerlas inofensivas y enviárselas a Li.
A continuación, Li y sus colegas redujeron el líquido con grandes cantidades de virus de un cuarto de galón a una sola gota concentrada. Solo esperaba que hubieran hecho todo correctamente para que las semanas de trabajo dedicadas a producir esa gota sirvieran de algo.
“En ese momento no sabes qué hay en el interior”, explicó Li. “Tan solo tienes ahí un líquido”.
Un vistazo a la estructura
Li congeló con gran cuidado la gota en una fracción de segundo. El más mínimo error podía causar la creación de cristales de hielo, que podrían perforar las muestras del virus y desbaratarlas.
Con gran esperanza, Li colocó un poco de hielo en un microscopio crioelectrónico. El dispositivo bombardeó haces de electrones sobre la muestra. La computadora de Li reconstruyó lo que había observado el microscopio mientras esos electrones chocaban con los átomos del interior. Cuando se formó la imagen, quedó sorprendido.
“Observé una pantalla llena de virus”, Li recordó.
Podía ver miles de coronavirus apretujados en el hielo como gomitas en un frasco. Estaban perfectamente intactos, por lo que fue posible observar detalles del virus que medían menos de una millonésima de pulgada.
“Me vino a la mente que era el primero en todo el mundo en ver este virus con tan buena resolución”, Li relató.
En el transcurso de las siguientes semanas, Li y sus colegas examinaron el virus. Revisaron las proteínas que cubrían su superficie y exploraron su núcleo, donde la cadena de genes del virus estaba enroscada con proteínas. Li pensó que la imagen era parecida a unos huevos en su nido.
Gracias al trabajo de científicos como Li, el nuevo coronavirus, conocido como SARS-CoV-2, ya ha sido descifrado. Los investigadores lo conocen a nivel íntimo, atómico. Descubrieron cómo utiliza algunas de sus proteínas para escabullirse al interior de las células y qué mecanismos aprovechan sus genes íntimamente entramados para tomar control de nuestra bioquímica. Han observado que algunas proteínas virales les ponen una zancadilla a nuestras fábricas celulares, mientras que otras crean semilleros en los que se producen nuevos virus. Además, algunos investigadores han creado virus virtuales completos en supercomputadoras y esperan utilizarlos para comprender qué hace el virus real para propagarse con una facilidad tan devastadora.
“Esta época es distinta a cualquier otra que hayamos experimentado, tan solo en cuanto al bombardeo de datos,” comentó Rommie Amaro, bióloga computacional de la Universidad de California, campus San Diego.
Estudio de la espícula
Este mismo año, Amaro y otros investigadores enfocaron gran parte de su atención en las proteínas llamadas espículas que cubren la superficie del virus. Estas espículas de proteínas desempeñan un papel esencial: se unen a ciertos receptores en las células de nuestras vías respiratorias y le permiten al virus escabullirse a su interior. Sin embargo, muy pronto fue evidente que esa designación no es muy adecuada. La espícula de proteínas no es ni puntiaguda, ni angosta, ni rígida.
Cada una de estas espículas de proteínas se empalma con otras dos y crea una estructura de forma parecida a la de un tulipán. Un largo tallo une a las proteínas con el virus y la sección superior parece una flor de tres partes.
Junto con algunos colegas, Gerhard Hummer, biofísico computacional del Instituto Max Planck de Biofísica, aplicó el método de microscopía con muestras congeladas para tomar fotografías de espículas de proteínas incrustadas en la membrana del virus. También calcularon cómo tiran y se empujan entre sí los átomos de las proteínas. El resultado fue un baile molecular en que las espículas de proteínas rotan sobre tres articulaciones.
“Es posible observar cómo giran estas flores en ángulos distintos”, dijo Hummer. “Es muy sorprendente tener un tallo tan alargado y delgado con tanta flexibidad”.
Lazos enmarañados
Los genes del nuevo coronavirus forman una cadena molecular llamada ARN. El 10 de enero, investigadores chinos publicaron su secuencia de 30.000 letras. Ese texto genético contiene la información necesaria para que una célula fabrique las proteínas del virus.
El problema es que el genoma no es tan solo un libro de cocina. Esa cadena se enrosca y forma una maraña de lo más compleja. Esa maraña es crucial para que el virus explote a nuestras células. “Su forma almacena mucha más información”, aseveró Silvia Rouskin, bióloga estructural del Instituto Whitehead.
Rouskin era responsable del equipo de científicos que elaboró el mapa de esa forma. En un laboratorio de alta seguridad de la Universidad de Boston, sus colegas infectaron células humanas con el virus y les dieron tiempo suficiente para fabricar miles de cadenas nuevas de ARN. A continuación, Rouskin y sus colegas marcaron las letras genéticas de esas cadenas con sustancias químicas para poder determinar cómo se doblaba la cadena sobre sí misma.
Resulta que en algunos lugares solo forma lazos cortos a los lados. En otros, cientos de letras de ARN se abren para formar enormes lazos de los que salen otros lazos más, y de esos, todavía otros lazos más. Tras comparar millones de genomas virales, Rouskin y sus colegas descubrieron algunos lugares en que el virus cambia de una forma a otra.
Ahora, varios investigadores examinan con gran detenimiento algunas de estas regiones para dilucidar cómo operan. Sus estudios sugieren que estos nudos le permiten al virus controlar nuestros ribosomas, las diminutas fábricas celulares que producen proteínas.
Después de que el virus ingresa en una célula humana, nuestros ribosomas se adhieren a sus cadenas de ARN y se deslizan sobre ellas del mismo modo que un carro de montaña rusa se mueve sobre los rieles. Conforme los ribosomas pasan sobre las letras genéticas, construyen proteínas con las estructuras correspondientes. Los científicos sospechan que las curvas del ARN hacen que el carro de la montaña rusa pierda contacto con sus rieles y luego lo guían hacia un lugar miles de posiciones más alejado.
Otros lazos obligan al ribosoma a echarse un poco hacia atrás y luego a moverse de nuevo hacia adelante. Este pequeño titubeo puede hacer que el virus fabrique proteínas totalmente distintas a partir del mismo tramo de ARN.
Atascar la maquinaria
Las proteínas virales que salen de nuestros ribosomas se distribuyen por toda la célula y realizan distintas tareas. Una de ellas, llamada Nsp1, ayuda a tomar el control de nuestra maquinaria molecular.
Joseph Puglisi, biólogo estructural de la Universidad de Stanford, junto con algunos colegas, mezcló proteínas Nsp1 y ribosomas en tubos de ensayo. Observaron que las proteínas se introdujeron sin ningún problema en los canales de los ribosomas que normalmente ocuparía el ARN.
Puglisi sospecha que la Nsp1 evita que nuestras células fabriquen sus propias proteínas, en especial las proteínas antivirales que podrían destruir al virus. Sin embargo, nadie sabe cómo logra fabricar sus proteínas el virus.
Una posibilidad es que “de alguna manera el virus refuerce su capacidad de producir proteínas”, dijo Puglisi. Algunas veces, la Nsp1 queda fuera de los ribosomas y por algún motivo el virus aprovecha más esas breves oportunidades. “Esperábamos que fuera algo sencillo”, se lamentó. “Pero, como suele suceder en las ciencias, no fue así”.
Gotas y gotículas
Mientras que la proteína Nsp1 manipula ribosomas, otras proteínas virales se dedican a fabricar nuevos virus. Seis proteínas diferentes se combinan para fabricar copias nuevas del ARN del virus.
En este proceso, sucede algo asombroso: cuando se juntan, las proteínas y el ARN se transforman espontáneamente en una gotícula, algo así como cuando se forman burbujas en una lámpara de lava.
Desde hace tiempo, los físicos saben que las moléculas de un líquido pueden formar gotículas espontáneamente si se dan las condiciones adecuadas. “Es como cuando preparas aderezo para una ensalada”, explicó Amy Gladfelter, bióloga celular de la Universidad de Carolina del Norte.
No obstante, apenas en años recientes los biólogos descubrieron que nuestras células fabrican con regularidad gotículas con sus propios propósitos.
Pueden unir ciertas moléculas en concentraciones elevadas para llevar a cabo reacciones especiales y evitar el paso de otras moléculas que no pueden entrar en las gotículas.
Richard Young, biólogo del Instituto Whitehead, junto con algunos colegas, mezcló proteínas del SARS-CoV-2 que fabrican ARN nuevo con moléculas de ARN. Cuando las moléculas se unen, de manera espontánea forman gotículas. Lo más probable es que el virus obtenga los mismos beneficios que la célula gracias a esta estrategia.
En vista de lo sofisticado que es el coronavirus en tantos otros aspectos, a Young no le sorprendió este descubrimiento. “¿Qué les impediría a los virus explotar una propiedad de la materia?”, preguntó.
Fármacos y vacunas
Las nuevas imágenes del SARS-CoV-2 ya son esenciales para la lucha en contra de la pandemia. Los desarrolladores de vacunas estudian la estructura del virus para asegurarse de que los anticuerpos fabricados por las vacunas se adhieran firmemente al virus. Los desarrolladores de fármacos intentan diseñar moléculas que se cuelen a todos los rincones y recovecos de las proteínas para atascar su maquinaria y así interrumpir las acciones del virus.
Es posible que el genoma del virus permita identificar otros objetivos viables. Quizás algunos fármacos puedan bloquear lazos y marañas para evitar que el virus controle nuestros ribosomas. “Es muy importante conocer la forma, para poder generar algo con la estructura química adecuada para adherirse a esa forma”, comentó Rouskin.
Por su parte, Gladfelter pretende explorar la posibilidad de que la física de las gotículas virales ofrezca una nueva línea de ataque contra el SARS-CoV-2.
“Podríamos crear un compuesto que las haga más pegajosas, de consistencia más gelatinosa”, dijo. “Es posible que existan muchos talones de Aquiles”.
Coronavirus: la FDA frena el impulso de Trump y pide más garantías de seguridad en vacunas
LA NACION
ESTADOS UNIDOS (Reuters).- La Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos dijo a farmacéuticas que desarrollan una vacuna contra la Covid-19 que se necesitan al menos de dos meses de datos de seguridad de al menos la mitad de voluntarios en ensayos clínicos para aprobar el uso de emergencia de sus fórmulas.
La decisión probablemente retrasará la aprobación de una vacuna en Estados Unidos para frenar la pandemia del virus SARS-CoV-2 hasta después de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
La recomendación de la FDA fue emitida hoy como parte de documentos publicados antes de una reunión de un panel de expertos externo a la agencia este mes para discutir sobre el desarrollo de las vacunas por coronavirus que se están probando.
La FDA había presentado originalmente un requerimiento de dos meses en sus normas oficiales, el cual fue bloqueado por autoridades de la Casa Blanca, dijo ayer el diario New York Times.
La Casa Blanca de todas formas podría apurar la autorización de una vacuna sin datos adicionales de seguridad de los pacientes. Pero hacerlo supondría entrar en una confrontación abierta con la FDA y sus científicos, y consolidaría la percepción de que la política tuvo un rol más importante en la administración de las fórmulas.
Si la agencia reguladora se adhiere a su propia recomendación, es poco probable que logre autorizar una vacuna antes de fines de noviembre.
Se espera actualmente que Pfizer Inc. y su socia BioNTech sean las primeras en anunciar resultados de una vacuna a partir de sus ensayos clínicos de etapa final a gran escala en Estados Unidos.
Alrededor de la mitad de los 44.000 voluntarios del ensayo de fase III recibieron una segunda dosis de la vacuna de Pfizer a fines de septiembre.
OMS: sacrificar a la gente mayor para lograr inmunidad grupal es inaceptable
Agencia EFE
Ginebra, 7 oct (EFE).- Buscar la inmunidad grupal, una estrategia que países como Reino Unido o Suecia intentaron en diferentes etapas de la pandemia, es un sacrificio "inaceptable", por lo que hay que mantener las medidas preventivas, señaló hoy el principal responsable de emergencias de la Organización Mundial de la Salud Mike Ryan.
"Si decidimos que todo el mundo se infecte vamos a pagar un precio, habrá 'efectos colaterales', un término terrible, y yo no acepto personalmente que la gente mayor sea sacrificada de esta forma, no es lo correcto ni lo que representamos como sociedad", subrayó Ryan en una sesión de preguntas con internautas.
El experto irlandés aseguró que sigue siendo prioritario intentar "que el menor número posible de gente se contagie de esta enfermedad, lo que nos da más tiempo para tratarla, estudiarla, o desarrollar vacunas más seguras".
Ryan reconoció que "los grandes confinamientos durante un tiempo largo se han mostrado como la mejor solución, necesaria cuando no se puede hacer otra cosa", pero matizó que "hay que buscar un equilibrio" entre detener esta enfermedad y parar la vida económica y social "sin que ello se convierta en una polémica política".
La directora técnica de la OMS para la COVID-19, Maria Van Kerkhove, participó en la misma sesión con internautas, transmitida en diversas redes sociales, donde recordó las vías de transmisión del coronavirus causante de la COVID-19,
Van Kerkhove aclaró que algunas partículas expelidas pueden ser aerosoles, más finas que unas gotas, por lo que pueden estar mayor tiempo en el aire, y transmitirse a otras personas no sólo por vía nasal o bucal, sino también ocular.
Ryan subrayó que en muchos casos la transmisión secundaria ocurre en el seno de una misma familia, y en ese caso afirmó que en países como China o Corea del Sur "el éxito en el control ha estado en encontrar sitios donde aislarse en una casa" de sus parientes.
Asimismo, "en Suecia se ha evitado esa transmisión secundaria porque mucha gente vive sola o en familias pequeñas", mientras que en Italia muchas personas mayores se contagiaron por vivir con sus parientes, "lo cual es una costumbre fantástica, pero en este caso expuso a mucha más gente".
«La vuelta al cole es una bomba de relojería si se ignora la transmisión aérea del coronavirus»
José Luis Jiménez, experto en aerosoles de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos), alerta sobre el peligro de volver a las clases sin tener en cuenta el riesgo que suponen espacios poco ventilados ocupados por muchas personas
El investigador es uno de los 239 firmantes de una carta que urge a la OMS a reconocer que el virus se transmite por vía aérea y no solo por gotas o contacto
José Luis Jiménez, investigador en la Universidad de Colorado en Boulder y experto en aerosoles
MADRID Actualizado:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el virus SARS-CoV-2 se transmite a través de gotículas y fómites. En el primer caso, se considera que la respiración, la tos o los gritos expulsan partículas de saliva, moco y virus que, como proyectiles, cruzan el espacio y a veces impactan contra la boca o los ojos de otra persona, quizás causando un contagio. Por otro lado, los fómites son superficies contaminadas de virus que pueden causar un contagio si una persona los toca y se lleva la mano a los ojos o la boca. Por eso, la OMS recomienda la higiene de manos, mantener la distancia y llevar mascarilla, para no lanzar partículas ni recibir su impacto en la boca, a la vez que se evita que nos toquemos la cara con tanta frecuencia.
Sin embargo, hay decenas de científicos alertando de que el virus no solo se contagia así. La acumulación de cada vez más evidencias y la existencia de supercontagios, eventos en los que una o pocas personas han contagiado a muchos, les han llevado a concluir que el coronavirus se transmite por vía aérea: respirar, hablar, toser, estornudar o gritar no solo producen grandes partículas que se lanzan como proyectiles, sino también partículas más pequeñas, conocidas como aerosoles. Éstas flotan durante minutos u horas antes de caer al suelo y por eso, pueden transmitir la enfermedad a una distancia de varios metros.
José Luis Jiménez, experto en aerosoles de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) compara este comportamiento del coronavirus en los aerosoles con el humo del tabaco. En su opinión, para evitar el contagio, la clave es evitar «respirar mucho humo». Por ello, cree que es prudente no acudir a espacios cerrados, con poca ventilación, en los que hay muchas personas, sin mascarilla o con mascarillas mal ajustadas. Considera que conviene evitar estos lugares especialmente si la gente está hablando, respirando fuertemente o gritando, y nunca permanecer allí mucho tiempo. «Ésta es justo la definición de lo que puede ser un colegio», ha explicado Jiménez, pero también un gimnasio, una discoteca o el ensayo de un coro. De ahí, que una vuelta al cole sin mascarilla y con clases presenciales sea para Jiménez «una bomba de relojería».
Por todo esto, y ante la próxima vuelta a las aulas y la llegada del frío del otoño, este científico ha alertado de la gran importancia no solo de que la OMS reconozca la transmisión aérea del coronavirus, sino de que la población sea consciente de cómo el virus se transmite. Además, José Luis Jiménez es uno de los 239 expertos en el campo que en julio reclamaron a la OMS que reconsiderase sus directrices y que reconociera que el coronavirus se transmite por vía aérea. También dirige el desarrollo de un modelo que evalúa el riesgo de contagio en diferentes situaciones ( aquí puedes ver una tabla que resume los riesgos, elaborada a partir de un estudio publicado este martes por otros autores) y recientemente ha publicado un artículo en « Time» urgiendo a actuar.
-Esta falta de acuerdo entre algunos científicos y la OMS puede hacer que la situación sea muy confusa. En resumen, ¿qué recomienda para que las personas eviten el contagio?
Para entenderlo hay que imaginar que los aerosoles que transmiten el coronavirus se propagan como el humo del tabaco y que la clave para no contagiarnos es respirar el mínimo «humo» posible. Hay que imaginarse que la gente que me encuentro por la calle está fumando y está exhalando humo a medida que respiran, y que exhalan más cuando hablan, y mucho más si cantan o gritan. Los datos indican que se exhalan 10 veces más aerosoles al hablar que al respirar y unas 50 veces más al gritar o cantar en voz alta.
También hay que tener en cuenta que no te vas a contagiar por inhalar un poco de «humo». Según los estudios de contactos hechos por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDCs), hace falta hablar con alguien desde cerca durante unos 15 minutos para contagiarte.
Entonces, ¿qué hay que hacer para respirar menos humo y no contagiarse? Quedarse fuera, en espacios abiertos, con mascarilla y respetando la distancia; de esta forma es prácticamente imposible contagiarse por vía aérea. Pero si estás en interiores hay un mayor riesgo, que conviene evitar en lo posible. Si hay que ir adentro, no hay que estar donde hay mucha gente, si es mucho tiempo, si hay poca ventilación o si hay gente que no lleva mascarillas o las lleva mal ajustadas, como suele ocurrir. Tampoco si están hablando o, peor todavía, cantando o gritando.
-Esta última situación que describe recuerda bastante a una discoteca o un bar.
Es posiblemente la peor situación: un bar donde hay poca ventilación, la música está muy alta y pasas mucho tiempo. Por ejemplo en Japón se han descubierto muchísimos casos de contagio por superpropagación —una o pocas personas infectan a muchas otras—: gente hablando en bares, cantando en el karaoke, haciendo ejercicio en los gimnasios. Otro ejemplo que se ha observado de superpropagación son los coros: hay alrededor de nueve casos de supercontagios en coros en varios países en los que pasa lo mismo: muchas personas juntas, durante mucho tiempo, en un espacio cerrado y cantando a volumen.
-Si el virus se transmite por medio de los aerosoles, y recorre varios metros antes de caer, ¿hace falta guardar la distancia de dos metros?
La distancia es necesaria. Es como el humo: si no estás muy cerca de alguien que fuma, parte del humo se disipa. Si estás fuera, a lo mejor no respiras nada, porque el humo sube y se diluye. En un espacio interior, con poca ventilación, se queda atrapado, pensamos que durante una o dos horas, pero quizás no respires suficiente cantidad. Siempre será peor hablar con alguien desde muy cerca durante al menos 15 minutos. Por eso nunca hay que quitarse la mascarilla para hablar.
Como la OMS habla de transmisión por medio de gotículas que se lanzan como proyectiles, las personas no ven que sea importante ajustarse las mascarillas, porque creen que son como un parapeto. Igual se preocupan porque su máscara sea de un tipo y no de otro, cuando lo más importante es que se las ajusten bien y no dejen resquicios por los que salgan o entren los aerosoles. Por esto mismo conviene no caminar detrás de una persona que tiene la mascarilla mal ajustada.
-Y qué hay de los estornudos?
Lanzan partículas hasta una distancia de ocho metros, aunque lo normal son tres o cinco metros. Si las gotículas que lanzan no te impactan, no pasa nada. Pero también desprenden aerosoles, que se quedan por la zona. Por eso conviene alejarse para no respirarlos.
-¿Es el metro un lugar de riesgo?
Depende. Hemos comprobado que en los metros de algunas ciudades japonesas hay poco riesgo de contagio. Allí todo el mundo lleva mascarilla y la lleva bien puesta, porque están acostumbrados a hacerlo, hay buena ventilación y la gente no habla. Por eso aunque los metros de Japón vayan abarrotados no ha habido casos de superpropagación.
-¿Y cómo puede afectar no tener en cuenta todo esto en la vuelta al colegio? En las aulas puede haber decenas de niños, durante muchas horas, a veces gritando y en una estancia con poca ventilación...
No tener en cuenta la transmisión aérea hace que la vuelta al cole sea una bomba de relojería. Creo que estamos perdiendo el tiempo no dando la alarma... ¡Es de escándalo! Se ha hablado de abrir los colegios sin mascarilla o sin distancia... Pero si se llegan a abrir así, los colegios se van a convertir en sitios de superpropagación. A los niños no les afectará pero tendrá unas consecuencias enormes en los padres y en los abuelos.
-¿Cuál es la solución?
Quizás se debería intentar cosas como lo que se plantea en Nueva York, que es dar algunas clases en el exterior, en parques protegidos por carpas que permiten que el aire circule. O quizás dar clases presenciales la mitad de los días y la otra mitad a través de internet. En Estados Unidos ya hay muchos ejemplos de supercontagios en universidades e institutos por no tomar las medidas adecuadas.
Para evitar el contagio, como ya he dicho, conviene hacer todo lo que se pueda fuera: si vas adentro, mantener la distancia, con mascarillas y hacerlo el menor tiempo posible, a la vez que mejoras la ventilación —la entrada de aire del exterior, que diluye la concentración de virus en el interior—. Pero aparte de eso puede ser útil poner filtros de aire, ya sean HEPA u otros, y poner medidores de dióxido de carbono (CO2).
-¿Para qué sirven estos medidores de CO2?
Por 150 euros puedes medir los niveles de aire exhalado en una estancia, lo que sirve como indicador de la posible presencia del virus. Por ejemplo, en un sitio bien ventilado con varias personas puede haber unos niveles de CO2 de 700 partes por millón (en el exterior hay alrededor de 400), mientras que en una escuela poco ventilada puede haber 5.000. Debería tenerse un sensor portátil en cada escuela, ayuntamiento o empresa y averiguar dónde están los lugares con poca ventilación para actuar en consecuencia.
-Ahora mismo hay un repunte de nuevos casos en España y en varios países del entorno. Y dentro de unas semanas llegará el otoño y quizás el frío. ¿Es urgente tener en cuenta la transmisión aérea del coronavirus?
Sí, me parece que hay que dar la alarma. La pandemia es un tsunami a cámara lenta. Y una vez que se pone en marcha el tsunami, y mucha gente tiene el virus, es muy difícil de parar. Por eso hacen falta medidas más efectivas, a la vez que se evita un confinamiento en el que sufre tantísimo la economía, la gente y los niños.
Sabiendo lo que sabemos, no podemos meter a los niños en los colegios si queremos evitar superbrotes. Si no, nos daremos cuenta del alcance de la epidemia cuando los adultos empiecen a ingresar en los hospitales, y para entonces tendremos un incendio que no se podrá controlar. Lo veo peligrosísimo.
Ya hemos comprobado que el virus se transmite mucho mejor en interiores y muy mal en exterior. Pero es que ya viene el invierno, y en invierno la gente va a los interiores. Además, al igual que el virus de la gripe, el SARS-CoV-2 está recubierto por una capa de lípidos que le permite sobrevivir mejor en ambientes más secos cuando está en aerosoles. Y esto es también justo lo que pasa en invierno: estamos en interior y el ambiente es más seco, porque calentamos el aire y la humedad relativa disminuye. Por eso creo que la que nos va a venir en otoño e invierno va a ser tremenda, y que debemos reducir los casos mientras podamos.
-¿Ve posible hacerlo?
En realidad este coronavirus no es tan contagioso como el sarampión o la varicela. Es mucho más fácil hacerle frente, si se entiende cómo se propaga, y por eso me desespera que no se tomen medidas. Pero las personas tienen en sus manos el poder de actuación, si entienden cómo se transmite.
-¿Por qué la OMS es tan reacia a aceptar que el SARS-CoV-2 se transmite por vía aérea?
Históricamente, se considera que las gotículas —partículas «mayores» que viajan como proyectiles y que contagian al impactar— y no los aerosoles —partículas menores que flotan durante minutos u horas y que contagian al ser inhaladas— son los responsables de la transmisión de gérmenes por proximidad, lo que significa que durante mucho tiempo se ha pensado que es casi imposible contagiar una enfermedad por el aire.
Desde 1934 esta visión se comenzó a contradecir y, tras vencer una resistencia feroz, se demostró y se aceptó que el sarampión, la tuberculosis y la varicela se transmiten por aerosoles, es decir, por el aire.
Pero en la profesión médica existe la idea de que si una enfermedad vírica va por el aire —aerosoles— tiene que ser supercontagiosa, como estas dos —el sarampión y la varicela—. Pero, ¡esto no es verdad! La gripe, el SARS y el MERS van por el aire, al menos parcialmente, y no son muy contagiosas. Por eso no se acepta que se transmitan por vía aérea, a pesar de las evidencias.
-Es decir, no se acepta que una enfermedad transmitida por vía aérea no sea extremadamente contagiosa...
Exactamente. Ha habido décadas de debate y ahora la OMS pide un nivel de evidencia para la transmisión por aerosoles que no tienen para fómites y gotículas, porque consideran que esa hipótesis es extraordinaria. Curiosamente piden más evidencias de las que realmente hay para los fómites o las gotículas. La situación es absurda. Nos tratan como si dijéramos que la COVID-19 se transmite por el 5G. Pero debatir con ellos es como debatir con los que niegan el cambio climático, siempre encuentran una forma de negarlo...
-¿Por qué puede ocurrir algo así en un organismo asesorado por científicos?
Es fruto de un prejuicio histórico muy fuerte. Además, toda la gente que está en el comité de la OMS viene de esta escuela y nadie ha estudiado aerosoles. Piensan que si la COVID-19 no es muy contagiosa es porque no va por el aire, así que, ¿para qué vas a estudiar aerosoles cuando ya sabes que no son importantes? Así que el comité que puede juzgar si se transmite por aerosoles no sabe lo suficiente de aerosoles...
-Eso sería bastante peligroso en la situación en la que estamos, ¿no?
Es escandaloso que tengamos una pandemia como esta y que haya esa falta de diversidad científica en un comité clave de la OMS. Hay epidemiólogos, pero ninguno es experto en aerosoles, ni han invitado a nadie que lo sea, cuando muchos sospechamos que esta enfermedad se transmite principalmente por aerosoles.
Por eso cometen errores apabullantes. Dicen que una partícula de más de cinco micras —una micra es un micrómetro, la milésima parte de un milímetro— es una gotícula, es decir, un proyectil. Pero las partículas de cinco micras se quedan en el aire media hora y pueden viajar 100 metros. Y en la masa de las gotículas, que controla cómo se mueven, cometen un error de cinco órdenes de magnitud —un factor de 100.000—.
-¿Qué falta por saber sobre la transmisión del coronavirus?
Aparte de lo que hará falta para convencer a la OMS, científicamente falta averiguar por qué hay personas que contagian mucho más que otras. Quizás se podría hacer test rápidos y baratos para detectarles y ponerles en cuarentena. Gran parte de la pandemia depende de casos de superpropagación y es fundamental entender qué los causa y cómo podemos prevenirlos para derrotar al virus.